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lunes, 8 de diciembre de 2008

María: inmaculada y sencilla



Por: Fray Eugenio Natalini

Al celebrar la solemnidad de la Inmaculada Concepción recordamos que la Virgen María por una "singular gracia y privilegio" (Pío IX), al ser concebida, en el primer instante de su existencia no contrajo el pecado original, con el que todos nosotros nacemos y por el que somos "por nacimiento merecedores de castigo" (Ef 2,3); situación heredada por el pecado de Adán.

¿En qué consiste ese pecado? No es un pecado cometido personalmente, sino el pecado de Adán es transmitido a sus descendientes. "Por la desobediencia de uno todos quedaron hechos pecadores" (Rom 5,19). Todos nacemos en una situación, ambiente y estructura de pecado; nacemos en un estado personal de debilidad, por la que fácilmente caemos en pecado, sobre todo en determinados vicios. Esa situación la llamamos pecador original.

Por el pecado original somos indigentes y necesitados de Cristo desde el principio. No hay nadie que no necesite de Cristo, ni siquiera el niño que acaba de nacer. También la Virgen María necesitó de la salvación de Cristo. Por un privilegio especial María fue preservada por Dios del pecado. Sólo que en vez de librarla después de haber caído, la libró antes de caer; María fue redimida de un modo mucho más perfecto y es la "primera redimida".

El teólogo franciscano, el Beato Juan Escoto, en la "Sorbona" de París, defendió la verdad de la Inmaculada Concepción con el célebre silogismo: "ERA CONVENIENTE" (preservarla); "PODÍA" (Dios hacerlo); "LO HIZO". A Dios le convenía que su Madre naciera sin pecado original. Dios lo puede todo y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original. Lo que a Dios le conviene hacer lo hace; lo que Dios ve que es mejor hacer, lo hace. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada, podía hacerlo y por lo tanto hizo que María naciera sin mancha del pecado original.

La Inmaculada es la culminación de la humanidad. Existe como verdad de fe y hay que creerla; fue definido como dogma de fe por el Papa Pío IX (8 de diciembre de 1854) y la misma Virgen María así se presentó en Lourdes el 25 de Marzo de 1858: "Yo soy la Inmaculada Concepción", a Santa Bernardita Soubirous.

Cuando decimos que María es Inmaculada no quiere decir que no sufriera tentaciones, angustias y que no necesitara fe y esperanza, ni que en Ella todo fuera amor y nada más que amor. En María había pasiones humanas, como la hubo en Cristo. María sentía todas las pasiones de la vida con sus exigencias más específicas, pero consiguió orientarlo todo en un proyecto santo: abierta a Dios. María es la "llena de gracia", escogida por Dios y sin méritos previos, para realizar maravillas en ella y por medio de ella (Lc 1,49).

Otro aspecto muy importante: María es una mujer sencilla. El Evangelio nos habla del saludo del ángel a María y nos dice: "se turbó" (Lc 1,29). Un ángel se dirige a Ella y la llama "bendita entre todas las mujeres", llena de gracia, la favorecida de Dios. ¿Qué significa ese "entre todas"? Todos los israelitas esperaban al Mesías; María también y con más ansia que nadie. Pero, ¿cómo iba a imaginarse ella, la prometida con el carpintero del pueblo, que el Mesías sería su hijo?... Sencilla y pobre como era, de repente se ve en el centro de la historia religiosa de su pueblo. María "se turbó". Y ¿quién no? Pero no se envaneció con la noticia. El secreto de esta actitud de María está en su encantadora sencillez de alma. Solamente las almas sencillas son capaces de grandes cosas. Ciertamente no fue fácil para Dios encontrar un ser tan sencillo y transparente como María

Se necesita ser sencillo, como María, para decirle a Dios que Sí.

"Yo soy la esclava del Señor…" (Lc 1,38).


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TOTA PULCHRA ES MARIA (LEONE LEONI)

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