También María un día dejó de ser niña.
Ya no saltaba a la cuerda ni jugaba a cocinitas; ya no le gustaba jugar al escondite. María, con los quince años más bonitos que han existido, ya no jugaba con su muñeca; hace tiempo que la había regalado a una niña pobre.
Como ya no era una niña, tenía que gobernar muchas cosas de la casa, salir a la compra, a la fuente, al lavadero. . . Y es el caso que, no se sabe por qué, José el joven carpintero del pueblo, comenzó a tener necesidad de traer un cubo de agua todos los días, para Dios sabe qué cosas de la carpintería. Y todos los días, a la ida o a la vuelta, resulta que se encontraban María y José. Primero se decían adiós; después se saludaban ya con alguna frase más larga. . . . : que si la mañana estaba buena, que si parecía que iba a llover. . .
Tomado del libro: "María, el Carpintero y el Niño", de P. Pedro María Iraolagoitia, S.J., Ediciones Mensajero
http://www.mensajero.com/catalogo.php?q=Iraolagoitia&x=0&y=0
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