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lunes, 1 de diciembre de 2008

Frutos del Sinodo. Proposiciones (32)



Proposición 32

Formación de los candidatos al orden sagrado

Los candidatos al sacerdocio deben aprender a amar la Palabra de Dios. Sea por tanto la Escritura el alma de su formación teológica, subrayando la indispensable circularidad entre exégesis, teología, espiritualidad y misión. La formación de los sacerdotes debe por tanto incluir múltiples aproximaciones a la Escritura:

--La lectura orante, en especial la Lectio Divina, tanto personal como comunitaria, en el marco de una primera lectura de la Biblia. Hará falta proseguirla durante todo el itinerario de la formación, teniendo en cuenta lo que la Iglesia dispone en cuanto a procurar retiros y ejercicios espirituales en la educación de los seminaristas.

--Nutrirse con asiduidad de la Palabra de Dios, también a través de la riqueza del Oficio Divino.

--El descubrimiento de la exégesis en sus diversos métodos. Es necesario un estudio preciso y amplio de las reglas hermenéuticas para superar los riesgos de una interpretación arbitraria. Los métodos de la exégesis deben ser comprendidos de manera apropiada, con sus posibilidades y sus límites, permitiendo un entendimiento recto y fructífero de la Palabra de Dios.

--El conocimiento de la historia de lo que ha producido la lectura de las Escrituras en los Padres de la Iglesia, en los Santos, en los Doctores y en los Maestros de la espiritualidad hasta nosotros.

--La intensificación, durante los años del seminario, de la formación para la predicación, y la vigilancia sobre la formación permanente durante el ejercicio del ministerio, de modo que la homilía pueda interpelar a quienes escuchan (cf. Hechos 2, 37).

-Paralelamente a la formación en el seminario, se invitará a los futuros sacerdotes a participar en encuentros con grupos o asociaciones de laicos, reunidos en torno a la Palabra de Dios. Estos encuentros, mantenidos a lo largo de un lapso suficientemente largo, favorecerán en los futuros ministros la experiencia y el gusto de la escucha de lo que el Espíritu Santo suscita en los creyentes reunidos como Iglesia, ya sean pequeños o grandes. No hay que descuidar un estudio serio de la filosofía que llevará a evaluar con claridad los presupuestos y las implicaciones contenidas en las diversas hermenéuticas aplicadas al estudio de la Biblia (cf. Optatam totius, 15).

A este fin, se espera que en las facultades filosóficas se desarrolle y enseñe un pensamiento filosófico y cultural (arte y música) abierto a la trascendencia, de modo que los discípulos puedan escuchar y comprender mejor la Palabra de Dios, la única que puede colmar los deseos del corazón humano (cf. Fides et Ratio, 83).

Se espera una renovación de los programas académicos (cf. Juan Pablo II, constitución apostólica Sapientia Christiana) para que se manifieste mejor el estudio sistemático de la teología a la luz de la Sagrada Escritura.

Además, una revisión de los cursos en los seminarios y en las casas de formación deberá estar atenta a que la Palabra de Dios tenga el debido lugar en las diversas dimensiones de la formación.


Traducido del italiano por Nieves San Martín

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