Cristo no es médico al estilo de mundo. Para curarnos, Él no permanece fuera del sufrimiento padecido; lo alivia viniendo a habitar en quien está afectado por la enfermedad, para llevarla consigo y vivirla junto con el enfermo. La presencia de Cristo consigue romper el aislamiento que causa el dolor. El hombre ya no está solo con su desdicha, sino conformado a Cristo que se ofrece al Padre, como miembro sufriente de Cristo y participando, en Él, al nacimiento de la nueva creación.
Benedicto XVI, LOURDES, lunes, 15 septiembre 2008.- Homilía durante la santa misa con los enfermos en la Explanada del Rosario en Lourdes
Traducción del original del frances realizada por Zenit.
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