Tres actitudes para la vida cristiana. Constancia en el amor y en el servicio
…Un servicio singular
La vida de María se resume en una entrega total de servicio a los designios de Diosservicio al prójimo y, a la vez, vive también la actitud de . Pero para poder captar la grandeza y la profundidad del servicio que María presta en la historia de la salvación, hemos de iluminar su figura desde la vinculación con Cristo, su Hijo. La obediencia y la docilidad de María están en línea con lo que será una constante en la vida de Jesús: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4, 34). Es esta misma línea la que seguirá María asumiendo como principio unificador de toda su vida el cumplimiento de la voluntad de Dios. El servicio materno de María se ilumina desde el servicio redentor de Jesucristo.
En la última cena, según nos relata el evangelista san Juan, Jesús lava los pies a los apóstoles. Con este gesto les da un ejemplo de servicio y les propone una actitud de servicio, y les revela que éste es un rasgo esencial de su misión: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc 22, 27). Este gesto es un signo, un anticipo del gran servicio que Jesús hará a toda la humanidad: dar su vida en la cruz para la redención de todos. El lavatorio de los pies viene a ser un acto profético simbólico, que en la muerte en cruz y en la resurrección encuentra su clave de lectura y su explicitación máxima, en definitiva, su cumplimiento. Para nosotros la participación en la Eucaristía es generadora de amor a Dios y amor fraterno, especialmente a los más necesitados, y eso tanto a nivel personal como a nivel comunitario. La entrega de Cristo hasta el extremo es el único paradigma, la única referencia válida para sus discípulos.
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