16. Dijisteis, Señora mía, a Santa Brígida: “Por mucho que haya pecado el hombre, si verdaderamente arrepentido se vuelve a mí, yo estoy pronta a acogerlo. No miro la muchedumbre de sus culpas, sino la disposición con que a mí viene, ni me desdeño de poner bálsamo en sus llagas y curárselas; porque me llaman, y soy en verdad, Madre de misericordia”. Ya, pues, que podéis y deseáis sanarme, a Vos acudo, ¡oh médica celestial! Sanad las innumerables llagas de mi alma. Con sólo una palabra que digáis a vuestro Hijo seré curado.
Jaculatoria.
¡Oh María, ten piedad de mí!
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