En efecto, ¿de qué sirve —se pregunta el autor inspirado— rasgarse las vestiduras, si el corazón sigue lejos del Señor, es decir, del bien y de la justicia? Lo que cuenta, en realidad, es volver a Dios, con un corazón sinceramente arrepentido, para obtener su misericordia (cf. Jl 2, 12-18). Un corazón nuevo y un espíritu nuevo es lo que pedimos en el Salmo penitencial por excelencia, el Miserere, que hoy cantamos con el estribillo "Misericordia, Señor: hemos pecado". El verdadero creyente, consciente de que es pecador, aspira con todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— al perdón divino, como a una nueva creación, capaz de devolverle la alegría y la esperanza (cf. Sal 50, 3. 5. 12. 14).
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
DURANTE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
EN LA BASÍLICA DE SANTA SABINA EL MIÉRCOLES DE CENIZA
1 de marzo de 2006
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
DURANTE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
EN LA BASÍLICA DE SANTA SABINA EL MIÉRCOLES DE CENIZA
1 de marzo de 2006
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