"Tuus sum ego: salvum me fac". El texto italiano traduce: "Yo soy tuyo". La Palabra de Dios es como una escalera con la que podemos subir y, con Cristo, también bajar a la profundidad de su amor. Es una escalera para llegar a la Palabra en las palabras. "Yo soy tuyo". La palabra tiene un rostro, es persona, Cristo. Antes de que podamos decir "Yo soy tuyo", él ya nos ha dicho "Yo soy tuyo". La carta a los Hebreos, citando el Salmo 39, dice: "En cambio, me has preparado un cuerpo... Entonces dije: He aquí que vengo". El Señor se ha hecho preparar un cuerpo para venir. Con su encarnación dijo: "Yo soy tuyo". Y en el bautismo me dijo: "Yo soy tuyo". En la sagrada Eucaristía lo dice siempre de nuevo: "Yo soy tuyo", para que nosotros podamos responder: "Señor, yo soy tuyo". En el camino de la Palabra, al entrar en el misterio de su encarnación, de su ser con nosotros, queremos apropiarnos de su ser, queremos expropiarnos de nuestra existencia, dándonos a él que se nos ha dado a nosotros.
"Yo soy tuyo". Oremos al Señor para poder aprender con toda nuestra existencia a decir estas palabras. Así estaremos en el corazón de la Palabra. Así seremos salvados.
MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Lunes 6 de octubre de 2008
DURANTE LA CELEBRACIÓN DE LA HORA TERCIA
EN EL AULA DEL SÍNODO
No hay comentarios.:
Publicar un comentario