La mula y el buey ya estaban allí. Estaban allí antes de que llegaran José y María. Estaban allí porque lo dice la leyenda, porque la mula y el buey siempre han sido así de buenos y porque el Niño quiso que estuvieran allí para cuando Él llegara.
Y además de la mula y el buey, estaban allí picoteando dos gallinas que se habían comprometido a poner a cada huevo diario allí en la paja, para que los tomara María.
Había también un ratón que quería ver todo aquello, pero que se había quedado apartado y escondido para no asustar a la Virgen.
No estaban los hombres pero estaban los animales. Estaban los animales para recibir al Niño, porque no tenían otra cosa mejor que hacer; estaban allí para recibir al Niño y se habían estado preparando para ello desde el día en que Dios los echó al mundo, allá por el día quinto o sexto de la creación. Que ya dijo entonces Dios, después de crearlos, que los animales eran buenos.
No estaban los hombres porque tenían otras cosas mucho más importantes que hacer: tenían que contar dinero, tenían que discutir de política, tenían que cenar, tenían que decir otra vez lo difícil que se está poniendo la vida y tenían que hacer qué sé yo qué.
Los hombres no estaban para recibir al Niño, porque tenían cosas mucho más importantes que hacer.
Tomado del libro: "María, el Carpintero y el Niño", de P. Pedro María Iraolagoitia, S.J., Ediciones Mensajero
http://www.mensajero.com/catalogo.php?q=Iraolagoitia&x=0&y=0
Recomendamos su compra y su lectura completa, pues lo que ofrecemos en este blog son extractos del mismo.
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