Mount Cristo Rey, El Paso, TX
Hoy, con esta conmemoración, coronamos el Año Litúrgico. Todo lo que ha acontecido en nuestras iglesias, en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestra vida personal (cristianamente hablando) ¿Lo hemos centrado en Jesús? Si es así, este día, no resulta difícil entender, celebrar, ni asimilar. Si, el Año Litúrgico es un inmenso arco que hemos recorrido (adviento, navidad, cuaresma, pascua y la cadencia semanal) Jesús es la piedra angular: la clave que sostiene todo.
-El Reino que Jesús nos propone no conoce fronteras. La creación es un racimo de hermanos en el que estamos llamados a entendernos y a promover la justicia .
-El Reino que Jesús tiene no son grandes hectáreas o palacios espléndidamente decorados con cortinajes y oropeles.
-Su Reino, por el contrario, pretende llegarse y adentrarse en nuestro corazón. Es, en el corazón, donde Dios quiere reinar de verdad. Es en el corazón del hombre, donde Dios, encuentra más resistencias para pasearse y regir sin encontrarse obstáculos.
Preguntemos, como Pilatos, a Jesús: ¿Tú eres rey, Señor? Tal vez, El, nos contestará: depende de lo que entiendas por “rey”.
¡Es un rey tan atípico ¡Es un reinado tan original! ¡Es un reino tan idílico!
Nosotros, mal que nos pese, no somos el centro de las miradas del mundo ni, por supuesto, el eje alrededor del que gira todo lo demás. Luego viene lo que viene y pasa lo que pasa: el tinglado que nos habíamos montado (la sociedad del bienestar) se nos viene abajo; los vasallos que pensábamos tener a nuestro servicio (los amigos) nos dan la espalda y nos quedamos con lo que en realidad somos: simple pretensión de ser y de aparentar lo que nunca fuimos.
El Reino del Señor es muy distinto al de aquellos que nos propone cualquier guión o cualquier otro que haya existido en la historia:
- Sus defensa es el amor
- Su poder es el servicio
- Su corona es la verdad
- Su trono es una cruz
- Su castillo es la vida interior
- Su pregón es Dios amor
- Su ejercito es el convencimiento de aquellos que seguimos esperando y creyendo en El
Hemos caminado, de la mano de Jesús, durante estos meses. Hemos compartido, en el altar, la Eucaristía. Su amor inmenso en el calvario. Sus horas de gloria en la mañana de Resurrección. Hemos asistido emocionados a encuentros y desencuentros con los escribas y con los fariseos. Hemos visto como, Jesús, es un Dios que salva al hombre y sana a enfermos, ciegos, cojos, lisiados y que es capaz de ofrecer alimento allá donde exista la escasez. ¡Cómo no va a ser, siendo así, Rey del Universo! ¿Dónde hemos visto a alguien que, como Jesús, se desviva hasta exprimir su sangre en la cruz? ¿En quién hemos visto, sino en Jesús, un interés por el pobre hasta defenderlo y ponerlo en el lugar que le corresponde? ¿Dónde encontrar a otro, que no sea Jesús, apostando por el hombre, animándole a seguir adelante y a levantarse tras los tropiezos de cada día?
¡Sí! ¡Tú, Señor, eres Rey! Un rey extraño y que, constantemente se está desprendiendo de las riquezas que, tus vasallos ponemos con variados intereses a tus pies. ¿Será, Señor, que te queremos sentado y no caminando? ¿Será, Señor, que te soñamos coronado y no sirviendo? ¿Será, Señor, que te preferimos en un palacio y no mezclado con los sinsabores, luchas y retos que nos plantea el mundo?
¡Gracias, Señor! Después de estos domingos. Después de haber escuchado tu Palabra. De haber entrado en comunión contigo, por la oración, no podemos menos que exclamar que Tú eres el Rey que nos salva; la fuente que nos da vida; la luz que nos ilumina; la mano que nos conduce; el poder que nos hace falta.
En el mundo, en el arte, en la cultura, en la música parece escucharse, hoy más que nunca, ¡no queremos que Jesús reine sobre nosotros! Estorban imágenes sagradas en lugares públicos (y por cierto, desgraciadamente en alguna catedral de España también); la inspiración de las canciones no es precisamente la persona de Jesús; la arquitectura y la ornamentación navideña, por ejemplo, se ha sustituido por otros motivos que, de cuando en vez, congenian con la zafiedad.
¡Qué razón tenía Jesús! ¡Mi Reino no es de este mundo! ¡Ni falta que hace, Señor! Entre otras cosas porque, los hombres, tenemos una capacidad extraordinaria para destruir lo bueno, lo santo o las raíces de un árbol (como el cristianismo) que ha sido la vena de poetas, artistas, labriegos, sacerdotes, arquitectos o de pintores, hasta no hace mucho tiempo.
Pero, precisamente, Señor, porque tu reino no es de este mundo, necesitamos gente, personas, servidores tuyos que naden contracorriente; que digan al pan, pan; y al vino, vino.
Hombres y mujeres que, ante el intento de un diseño de la sociedad, la educación, la familia….al margen de tu reino, sean capaces de anunciarlo de nuevo. Desde abajo. Desde el principio. Sin temor. Con convencimiento.
Y, entonces, Señor…tu reino volverá, de nuevo, a hacerse hueco en este destrozado imperio.
TU, SEÑOR, ERES…EL CENTRO
En el centro de la rueda, Tú Señor, eres el eje
En el centro de la historia, Tú Señor, eres la página central
En el centro de la humanidad, Tú Señor, eres el corazón
En el centro de la Iglesia, Tú Señor, eres su cabeza
En el centro de la vida cristiana, Tú Señor, eres su motor
En el centro de la caridad, Tú Señor, eres su empuje
En el centro del amor, Tú Señor, eres la razón para regalarlo
En el centro de la alegría, Tú Señor, eres la fuente que la ofrece
En el centro de la fortaleza, Tú Señor, eres el secreto que la produce
En el centro de la fe, Tú Señor, eres su razón
En el centro de la Eucaristía, Tu Señor, eres quien la hace real
En el centro de la oración, Tú Señor, eres quien la hace verdadera
En el centro de la verdad, Tú Señor, eres quien la hace buena
En el centro de la humildad, Tú Señor, eres quien no la hace falsa
Tú, Señor, por ser Rey conoces nuestro vivir
De qué madera está construido el hogar de nuestras almas
Por dónde vamos y por qué y por quién nos movemos
Haz, Señor, que –como amigos tuyos-
podamos seguir caminando hacia ese Reino de paz y de justicia
de verdad y de gracia, de alegría y de esperanza
Que, lo comenzamos a levantar y conquistar en la tierra,
pero lo viviremos y disfrutaremos eternamente en el cielo.
¡Entonces cara a cara, si que te veremos, gran Rey!
J.Leoz
Fuente: http://www.mercaba.org/Javier%
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