LAS CONFESIONES DE SAN PABLO (XII),
por el Cardenal Carlo Maria Martini.
Las tinieblas del hombre Pablo. Introducción.
Fue importante definir la conversión de Pablo como “revelación e iluminación”. Ahora nos preguntamos por qué Pablo quedó ciego después de la conversión. La narración de los Hechos subraya este hecho con cierto énfasis: “Saulo se levantó de la tierra, y aunque tenia los ojos abiertos, no veía nada; y llevándolo de la mano lo introdujeron en Damasco. Y estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber” (Hechos 9, 8-9). Se diría que la iluminación de Cristo, en lugar de llenarlo de alegría, de luz, de claridad, lo abate, como si le hubiera venido una grave enfermedad; no puede ver, ni alimentarse; necesita ser conducido.
Más adelante vuelve sobre lo mismo: “Como no veía nada a causa del resplandor de aquella luz, entré a Damasco de la mano de mis compañeros de viaje” (Hechos 22, 11). Y recobró la vista cuando Ananías se le acercó diciéndole: “¡Hermano Saulo, ve! Y en el mismo instante lo vi” (Hechos 22, 13).
¿Por qué quedó ciego después que se le había revelado el misterio luminoso de Cristo?
La ceguedad en
Pero no es fácil contestar respecto de la ceguedad de Pablo, porque los Hechos de los Apóstoles no nos los explican, sino que se limitaba a describir el hecho al que el Apóstol no parece nunca hacer alusión en sus cartas.
Tratando de reflexionar y de entrar en su ánimo, pueden surgir dos motivos: La ceguedad como reflejo del resplandor de Dios y la ceguedad como camino penitencial.
Estas meditaciones están recogidas en el libro “Las confesiones de San Pablo”, editadas por
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