22. Dulcísima Señora y Madre mía, yo soy un vil rebelde a vuestro excelso Hijo; pero acudo arrepentido a vuestra clemencia para que me consigáis el perdón. No me digáis que no podéis, pues San Bernardo os llama “la dispensadora del perdón”. A Vos también os corresponde ayudar a los que están en peligro, que por eso os denomina San Efrén “auxilio de los que peligran”. Y ¿quién, Señora mía, peligra más que yo? Perdí a mi Dios y he estado ciertamente condenado al infierno; no sé todavía si Dios me habrá perdonado; puedo perderle de nuevo. Pero de Vos que podéis alcanzarlo todo, espero todo bien: el perdón, la perseverancia, la gloria. Espero ser en el reino de los bienaventurados uno de los que más ensalcen vuestra misericordia, ¡oh María, salvándome por vuestra intercesión.
Jaculatoria:
Las misericordias de María cantaré eternamente, eternamente las cantaré. Amén, amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario