11. “Bienaventurado el que vela ante mis puertas todos los días, y aguarda a los umbrales de mi casa”. Dichoso el que, como los pobres que están a las puertas de los ricos, pide solícito limosna a las puertas de la misericordia de María, y más dichoso aún el que procura imitar las virtudes que ve en María y en especial su pureza y humildad.
Jaculatoria:
¡Socórreme, Esperanza mía!
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