El siervo de Dios Juan Pablo II, valorando la experiencia espiritual de una humilde religiosa, santa Faustina Kowalska, quiso que el domingo después de Pascua se dedicara de modo especial a la Misericordia divina; y la Providencia dispuso que él muriera precisamente en la víspera de este día, en las manos de la Misericordia divina. El misterio del amor misericordioso de Dios ocupó un lugar central en el pontificado de este venerado predecesor mío.
BENEDICTO XVI
"REGINA CAELI"
Domingo 23 de abril de 2006
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