Rincón Mariano, es un blog de Amigos de la Virgen.
"Un espacio de encuentro" de información, comunicación y participación.
Difunde medios, enlaces, noticias y actividades, de contenido católico.
Club de los Sitios Católicos Clic para escuchar Radio en Vivo

lunes, 23 de febrero de 2009

Las confesiones de San Pablo (32)



LAS CONFESIONES DE SAN PABLO (),

por el Cardenal Carlo Maria Martini.



Las actitudes interiores de la transfiguración.

a) La primera actitud que encontramos en todas las cartas, aun en

las más conflictuales, es una grande alegría interior y paz:”Estoy rebosando de consuelo y sobreabundo de gozo en medio de todas nuestras tribulaciones” (2Cor. 7, 4). Pablo reúne claramente sus muchísimas tribulaciones con la alegría, incluso con alegría sobreabundante. Que no es forzada o idealista lo deducimos de las mismas cartas: “Llevamos este tesoro en vasos de barro, para que aparezca claro que esta pujanza extraordinaria viene de Dios y no de nosotros” (2Cor. 4, 7). Pablo reconoce que esta alegría extraordinaria viene de Dios: por sí mismo no podría tenerla. Es típica de la transfiguración, no fruto del buen carácter, no dote natural, no humana.”Estamos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; desechados, pero no aniquilados; llevamos siempre y por doquier en el cuerpo los sufrimientos de muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nosotros”(2Cor. 4, 8-10). No es una situación de tranquilidad; es una verdadera alegría que se las arregla con todos los tipos de pesadeces, de dificultades, de cosas desagradables que suceden; con los malos entendidos, con los malos genios que entretejen su jornada. Como la vivimos nosotros. Pablo era algo neurasténico de carácter, y por eso sujeto a depresiones y a momentos de desánimo. El experimenta gradualmente en su vida que no hay momento de desconsuelo en el que no aparezca algo más fuerte dentro de él.

Además, es una alegría que mira a su alrededor, es para la

comunidad, no es privada; es alegría por todo lo que sucede a su alrededor, para la comunidad que está dirigiendo. “Somos los colaboradores de su alegría “(2Cor. 1, 24). Y cuando les escribe a los Filipenses define la comunidad como “mi alegría y mi corona” (Fil. 4, 1).No creamos que era una comunidad ideal, perfecta: al contrario, por la carta sabemos que Pablo tenía que insistirles, casi de rodillas, para que no pelearan, para que no se mordieran, para que no se dividieran. ”No hagan nada por espíritu de rivalidad, por vanagloria”(Fil. 2, 3). Quiere decir que había rivalidades y vanagloria, que la comunidad no era fácil, que le causaba problemas y molestias. Y, sin embargo, logra considerarla como su alegría, porque se le ha dado una visión de fe que va más allá de la consideración de las cosas puramente pragmática, habitual, de rutina. Es un verdadero don sobrenatural, potencia del espíritu que ya estaba en él en grado sumo.

b) La segunda actitud interior consiguiente a la primera es la

capacidad de agradecimiento. Exhorta a los suyos a darle gracias al Padre con alegría. Es típico del Apóstol unir la alegría al agradecimiento.

Todas las cartas comienzan con una oración de agradecimiento,

excepto la de los Gálatas, porque es de reproche. Pablo sabe agradecer y sus palabras no son un formulario vacío, sino que expresan lo que siente.

Por otra parte, el mismo Nuevo Testamento comienza con una oración de agradecimiento: en efecto, con toda probabilidad el escrito más antiguo del Nuevo Testamento, el que precedió incluso la redacción definitiva de los Evangelios, es la primera carta a los Tesalonicenses. La primera palabra del Nuevo Testamento es, pues:”Gracia a vosotros y paz. Le damos siempre gracias a Dios por vosotros”.

En cambio, no encontramos nunca en Pablo la lamentación estéril. Hay el reproche, no la resignada amargura. Como don de Dios, en su transfiguración apostólica tiene la capacidad de ver siempre ante todo el bien. Comenzar todas las cartas con el agradecimiento quiere decir saber apreciar ante todo lo positivo que hay en la comunidad a la que le escribe, aunque haya también cosas gravísimas, negativas. Al principio de la carta a los Corintios alaba a la comunidad como llena de todo don, de toda ciencia; después vienen los reproches; pero no es una incongruencia. Los ojos de la fe le permiten ver que una brizna de fe de sus pobres paganos convertidos es un don tan grande que lo hace alabar a Dios continuamente.

El pastor maduro tiene la capacidad de reconocer el bien que hay a su alrededor y expresarlo con sencillez.

c)La tercera actitud es la de alabanza.

En Pablo tenemos aquellas alabanzas que siguen la tradición judía de las bendiciones. El sabe ampliarlas por todo lo que se refiere a la vida de la comunidad, en Cristo. Por ejemplo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en los cielos nos bendijo en Cristo con toda suerte de bendiciones espirituales”. La oración de Pablo, tal como la conocemos en las cartas, es ante todo de alabanza: se convierte también en intercesión, pero espontáneamente la primera expresión que le viene es de alabanza. Así puede valorizar sus momentos más oscuros: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos consolar a cuantos están atribulados, con el consuelo que nosotros mismos recibimos de Dios” (2Cor. 1, 3-4).

Podríamos usar sus frases como espejo para preguntarnos si podemos decirlas en primera persona como expresión de lo que hay en nosotros de más profundo o sí, en cambio, sentimos fatiga de decir estas cosas.

Debemos pedir a Dios la gracia de que estas actitudes típicas del pastor transfigurado por Cristo resucitado, se conviertan en nuestra experiencia habitual. El demonio nos tienta continuamente para hacernos recaer en las formas mundanas de la vida: la tristeza es característica del hombre que vive en el cierre de las perspectivas. Y la tristeza de fondo busca la evasión, la diversión, todo lo que parece hacer alegre la vida, con tal de no afrontar la tristeza.


Estas meditaciones están recogidas en el libro “Las confesiones de San Pablo”, editadas por la Editorial San Pablo en su colección Espiritualidad Nueva. Recomendamos vivamente la compra y lectura de este libro, que apenas cuesta 8 €, pues lo que ofrecemos en este blog son extractos del mismo.


No hay comentarios.: