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lunes, 2 de febrero de 2009

Las confesiones de San Pablo (29)




LAS CONFESIONES DE SAN PABLO (XXIX),

por el Cardenal Carlo Maria Martini.


Cómo vivió Pablo la ruptura con Bernabé.


Pablo vivió ciertamente esta ruptura con sufrimiento, sintiendo el peso de la soledad. Y este acontecimiento lo hizo profundizar más la intuición fundamental de la primera visión de Damasco. El Señor es el único amigo perfecto, de siempre, el único fiel, el único que comprende hasta el fondo, y que no nos abandona jamás.

Comprendiendo el ánimo afectuoso y volcánico de Pablo, podemos intuir cómo se esclareció en él ese amor personal por Cristo, amado hasta el fondo, de manera muy tierna, ardiente, que lo caracterizará cada vez más. Todavía hoy leemos con asombro las frases maravillosas de sus cartas que no pueden haber nacido sino de una aflicción de sufrimiento, del haber comprendido que el Señor es en realidad todo. El nos hizo y nos conoce hasta el fondo; las amistades humanas, por bellas y grandes que sean, empalidecen ante la fuera del “conocimiento de Cristo nuestro Señor”

“Todo lo tengo por daño ante el sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien he sacrificado todas las cosas y las tengo por basura para ganar a Cristo, y encontrarme en él no en posesión de mi justicia, la que viene de la Ley, sino de la que se obtiene por la fe en Cristo, la justicia de Dios que se funda en la fe; a fin de conocerlo a él y la virtud de su resurrección y la participación en sus padecimientos configurándome a su muerte para alcanzar la resurrección de los muertos”(Fil.3,8-11). ”Para mí, vivir es Cristo”. Cristo se ha convertido en el inseparable y por esto puede escribir en la carta a los Romanos: ”¿Quién me separará del amor de Cristo?”. Ante cualquier posible infidelidad él me amará todavía y me llamará a sí.

Por medio de acontecimientos diversos, no todos claros y tímidos como quisiéramos, Pablo es conducido gradualmente por la misericordia de Dios a centrar siempre más su atención de la empresa apostólica como empresa suya, hacia la empresa apostólica como empresa de Dios, del Reino de Dios hacia el Rey Jesús Señor.

Madura en él la identificación del Reino de Cristo con Cristo mismo: había sido el camino fatigoso que Cristo les había hecho seguir a los apóstoles durante toda su vida y que nos presenta, en particular, el Evangelio de Marcos. En la primera parte, Jesús es el gran curador, el taumaturgo, el hombre cuya obra entusiasma. En la segunda parte se revela el misterio mesiánico: Jesús mismo es el Reino, Jesús en su muerte y resurrección es la plenitud del Reino.

Pablo ha comprendido que lo esencial para él es Cristo: todo el entusiasmo de que es capaz no es sino Cristo que vive en él. Su inseparabilidad de Cristo es la raiz de todo.

Él es aquel en quien toda otra amistad adquiere sentido, significado, belleza. El Apostol volverá a menudo sobre el tema de la amistad con los suyos, con la comunidad, con los colaboradores, porque ciertamente sabía también colaborar, aun teniendo momentos tan difíciles. Pero encontrará cada vez mejor esta bondad partiendo de la experiencia que no falla: la amistad plena con Cristo que es su vida.

Pidamos también nosotros que, a través de los acontecimentos del camino apóstolico, nuestra experiencia pastoral se aclare siempre más como dependiente de la amistad con Cristo, nuestra vida.


Estas meditaciones están recogidas en el libro “Las confesiones de San Pablo”, editadas por la Editorial San Pablo en su colección Espiritualidad Nueva. Recomendamos vivamente la compra y lectura de este libro, que apenas cuesta 8 €, pues lo que ofrecemos en este blog son extractos del mismo.

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