Y de aquí es que, por el mismo caso que el alma ama algo, se hace incapaz de la pura unión de Dios y su transformación; porque mucho menos es capaz la bajeza de la criatura de la alteza del Criador que las tinieblas lo son de la luz:
Porque todas las cosas de la tierra y del cielo, comparadas con Dios, nada son,
como dice Jeremías (4, 23) por estas palabras: “Miré a la tierra, dice, y estaba vacía, y ella nada era; y a los cielos, y vi que no tenían luz”. En decir que vio la tierra vacía, da a entender que todas las criaturas de ella eran nada, y que la tierra era nada tambien. Y en decir que miró a los cielos y no vio luz en ellos, es decir que todas las lumbreras del cielo, comparadas con Dios, son puras tinieblas. De manera que todas las criaturas en esta manera nada son, y las aficiones de ellas son impedimento y privación de la transformación en Dios; Y así como no comprehende a la luz el que tiene tinieblas, así no podrá comprehender a Dios el alma que en criaturas pone su afición; de la cual hasta que se purgue, ni acá podrá poseer por transformación pura de amor, ni allá por clara visión. Y para más claridad, hablaremos más en particular.
De Subida del Monte Carmelo, compuesta por el Padre Fr. Juan de la Cruz, Carmelita Descalzo. Doctor de la Iglesia.
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