Los únicos los ángeles que, por allí arriba, han comenzado a armar un escándalo que no van a dejar dormir al Niño.
José, mira en la bolsa y tráeme los pañales. José mete su manaza en la bolsa y, después de mucho revolver, saca el pañuelo de cabeza de María y se lo lleva.
No José; esto no son los pañales. Y José vuelve a meter el pañuelo y vuelve a revolver con fuerza el contenido de la bolsa, como si estuviera ablandando la cola de carpintero.
Tráeme acá la bolsa, José. Y José le lleva la bolsa pensando que por ahí deberán haber empezado, mientras él se dedica a otra cosa de la que entiende bien, que es preparar un pesebre de aquellos para que sirva de cuna al Niño. Que por algo lleva él siempre en el bolso unos cuantos clavos y un pedazo de lija, por si hace falta hacer alguna chapucilla.
- José ¿Quieres tenerme el Niño un momento? A José se le caen los clavos y la lija y, para limpiarse las palmas de las manos, se las frota en su propia túnica (gracias que no era de los sábados). Después toma al Niño con todo el amor y toda la emoción de que es capaz, pero casi casi con el mismo estilo con el que suele sostener los tablones en su taller.
María, al verle, suelta la primera risa del Nuevo Testamento.
- No, José; mira... se le agarra así. Y en esto llegaron los pastores. Traen faroles para que haya luz en la cueva; traen pieles de cordero para ponerlas en el pesebre debajo del Niño; traen leche, queso, conejos, cargas de leña, un sonajero de boj hecho a punta de navaja; traen toda la fe de Abraham, Isaac y Jacob, y toda la esperanza de Isaías, Miqueas, Zacarías y Daniel.
Tomado del libro: "María, el Carpintero y el Niño", de P. Pedro María Iraolagoitia, S.J., Ediciones Mensajero
http://www.mensajero.com/catalogo.php?q=Iraolagoitia&x=0&y=0
Recomendamos su compra y su lectura completa, pues lo que ofrecemos en este blog son extractos del mismo.
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