Era un secreto.
No le dijo en el lavadero, ni se lo dijo a las amigas, ni se lo dijo a sus familiares.
¿Y a José?
A todas las demás no le importaba el ocultárselo. Pero a José, ya era otra cosa. Además...
La tragedia comenzaba. ¿Se lo diría? ¿Cómo iba a decírselo?
Aquella tarde, también salieron juntos a dar una vueltecita. A María no le salía la conversación. José hablaba de su taller, de sus proyectos para el día de mañana...
María se daba cuenta de que ser Madre de Dios ya empezaba a exigirle dolores y sacrificios... No, Ella no le diría nada a José... Seria peor. Pero, dentro de unos meses... Iba a ser terrible.
Es muy duro tener un secreto. Sobre todo cuando es un secreto tan grande. José seguía hablando de sus planes para el futuro. María seguía pensando, no lo que sufría Ella, sino lo que iba a sufrir José cuando se notara...
¿Qué te pasa, María?... ¡Sí estás llorando!.
- No me hagas caso, José... Soy una tonta... No sé..., a veces me pongo a pensar...
- ¿Es que crees que no vamos a ser felices?
- No, José; con la ayuda de Dios seremos felices.
- Estoy segura, seremos muy felices.
Tomado del libro: "María, el Carpintero y el Niño", de P. Pedro María Iraolagoitia, S.J., Ediciones Mensajero
http://www.mensajero.com/catalogo.php?q=Iraolagoitia&x=0&y=0
Recomendamos su compra y su lectura completa, pues lo que ofrecemos en este blog son extractos del mismo.
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