Al día siguiente de haber venido el ángel, aparentemente todo era igual. María se levantó a la misma hora de siempre; su casita no apareció convertida en un castillo; su cama no tenía un dosel de damasco; al despertar no encontró una campanilla de plata para llamar a sus doncellas...
Todo era igual que siempre.
Sin embargo, todo era imponentemente distinto. Desde ayer, María era Madre de Dios.
Desde el momento en que Ella dijo: ''He aquí la esclava del Señor'' María comenzó a ser Madre de Dios desde aquella frase con la que lo aceptaba todo.
Claro que, para decir que sí, podrá haber empleado otra frase más resonante; podría haber dicho: ''He aquí la vara de José", o "He aquí el Arca de la Alianza".
María dijo: "He aquí la esclava del Señor". Y lo dijo dándole todo su sentido realístico a la frase.
María, la persona humana más "venida a más", no perdió la cabeza. No pensó ni por un momento en subir de categoría social. Sabía que era la mujer más excelsa del mundo entero, pero no sintió vergüenza de que la vieran fregar sus cazuelas, ir al lavadero o llevar el cubo de la basura.
Tomado del libro: "María, el Carpintero y el Niño", de P. Pedro María Iraolagoitia, S.J., Ediciones Mensajero
http://www.mensajero.com/catalogo.php?q=Iraolagoitia&x=0&y=0
Recomendamos su compra y su lectura completa, pues lo que ofrecemos en este blog son extractos del mismo.
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