
LAS CONFESIONES DE SAN PABLO (XV),
por el Cardenal Carlo Maria Martini.
El pecado personal.
Al respecto hay que señalar dos textos: “Ahora bien, las obras de la carne son manifiestas: fornicación, impureza, lujuria, idolatría, hechicería, enemistades, disputas, celos, iras, disensiones, divisiones, herejías, envidias, homicidios, embriagueces, comilonas y cosas semejantes a estas, acerca de las cuales os prevengo, como antes ya os dije, porque los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gal. 5, 19-21).
Nos encontramos en el nivel de los pecados personales: es una lista impresionante de las catorce actitudes negativas del hombre, que Pablo saca de su experiencia y de su tiempo. Una visión muy real y pesimista del hombre que se mueve por el propio interés. Son las obras de la carne. Son las obras del hombre que vive en el ámbito de sus solos intereses. Entonces el hombre se revela como un ser lleno de “fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia…” Es una mirada dramática sobre la sociedad y la gente de su tiempo.
El otro texto vuelve sobre este cuadro con nuevas pinceladas, enumerando 21 actitudes negativas: “Y como no procuraron tener conocimiento cabal de Dios, Dios los entregó a una mente depravada para hacer cosas indebidas, llenos de toda injusticia, malicia, perversidad, codicia, maldad; rebosantes de odio, de homicidio, de disputas, de engaños, de malignidad, chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, altaneros, soberbios, inventores de maldades, desobedientes a los padres, insensatos, desleales sin amor y sin piedad” (Rom. 1, 28-31).
Al releer estas dos listas nos preguntamos qué tipo de descripción es. Son pecados sociales, es decir, pecados contra el prójimo: todo el modo distorsionado del hombre en su obrar respecto del hermano, fruto de un equivocado conocimiento de Dios, y en ultimo termino, de un equivocado concepto de la vida fundada sobre egoísmo. El Apóstol quiere demostrarle a la gente de su tiempo –que era orgullosa como la nuestra, que creía tener cultura, civilización, derecho, leyes- que en realidad eran pobres hombres, victimas de toda forma de depravación por que buscan solamente sus propios intereses.
Pablo hace una descripción de las cosas tal y como las vive y las ve, pero sabe muy bien que lo que describe tiene raíz también en él. Según la palabra fundamental de Jesús en el capitulo 7 de Marcos, en los versículos 21-22: “Del corazón del hombre nacen estas cosas”. Y no solo de un hombre que casualmente nació en situación desgraciada, sino en el corazón de todo hombre.
Comparando la lista paulina con la de Jesús, encontramos la enseñanza fundamental: todo esto está dentro de nosotros. El saber que están dentro de nosotros nos lleva a tomarlas más en serio y a reflexionar atentamente. Pensemos, por ejemplo, en un tema que aparece en las dos listas: la envidia. O también las disensiones, divisiones, facciones. Es muy cierto que son sentimientos que se albergan en nuestro corazón. Clemente Romano escribe que Pablo fue asesinado por envidia: no fue la persecución, la maldad de los paganos, sino la envidia de algunos que, siendo sus rivales, lo denunciaron. Esto quiere decir que la comunidad cristiana estaba sujeta a disensiones, rivalidades, divisiones, facciones que a un cierto punto se servían de los paganos para sus propias maniobras y venganzas. Ciertamente la autoridad pagana era la que llevaba adelante la persecución, pero no hubiera llegado a tanto, respecto de Pablo, si los cristianos hubieran vivido más unidos.
Pensemos en otras palabras de esta lista: difamadores y maldicientes, y nos damos cuenta que muchas veces lo somos también en el modo de hablar de los demás. Si seguimos releyendo la lista, descubrimos que todo eso está cerca de nuestra experiencia cotidiana y que a veces esas actitudes emergen escandalosamente, debido a la falta de vigilancia y atención para captar el mal dentro de nosotros y para someterlo continuamente a la luz de Dios. No hay nada tan perjudicial como la falta de vigilancia evangélica que es una de las virtudes fundamentales.
Estas meditaciones están recogidas en el libro “Las confesiones de San Pablo”, editadas por



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