LAS CONFESIONES DE SAN PABLO (XIII),
por el Cardenal Carlo Maria Martini.
La ceguedad como reflejo del resplandor de Dios.
Ante todo, hay un motivo bíblico concurrente: “El hombre no puede ver a Dios sin morir”. La visión de Dios es luz, pero por lo carnal del hombre es motivo de temor y le hace ver al hombre toda la oscuridad en que se encuentra. Al contacto con Dios, que es luz, el hombre se reconoce tinieblas. Así vive Pablo el camino penitencial que antes no había sido capaz de vivir. El conocimiento de la gloria de Cristo se refleja en el conocimiento de la propia oscuridad, vivida por Pablo simbólicamente, con un símbolo real, hasta que la palabra de la Iglesia, la palabra de Ananías, no intervenga para darle el sentido de su aceptación en la Iglesia y de la seguridad de caminar por la vía de Dios.
La ceguedad es el reflejo negativo de la gloria de Dios que se le ha manifestado. Es típico de la conversión cristiana el hecho de que el hombre llega a conocerse más a sí mismo y a asustarse de sus propias tinieblas cuando conoce la luz de Dios, que no por medio de un examen riguroso, como un psicoanálisis. Al contacto con el rostro de Cristo es como el hombre descubre realmente sus tinieblas.
Estas meditaciones están recogidas en el libro “Las confesiones de San Pablo”, editadas por
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